Que el trabajo para toda la vida ya no existe y que nada dura para siempre ya lo sabíamos, y estos últimos años nos hemos acabado de convencer.
El Punt Avui, 8 de Març de 2014 | ver artículo
Lo que algunos aún no entienden es que esta situación no es sólo temporal, producto de una terrible crisis, sino que, en conjunción con el irremediable envejecimiento de las plantillas, marcará el futuro del mercado laboral en España por lo menos durante las próximas décadas.
Varios estudios demográficos lo demuestran: el futuro es sénior. Aumenta el número de personas de más de 50 años y decrece el de menos de 25. Según datos del INE, si se mantiene la tendencia actual, la población española seguirá envejeciendo hasta 2020. A todo ello debemos sumar el descenso de la inmigración y la fuga de cerebros al extranjero, gente joven que se abre paso en otros países, además del buen estado de salud del que gozan los trabajadores más maduros, que se ven obligados a retrasar su edad de jubilación, no tanto por gusto como por necesidad. Recordemos que la generación del “Babyboom”, los trabajadores que ahora tienen entre 35 y 54 años, iniciarán su llegada a la edad de la jubilación a partir de la década de 2020, siendo ellos a quienes les tocará tirar del carro para sacar adelante a dos generaciones, la que les precede y la que les sigue (no hay que olvidar el progresivo retraso en la edad de maternidad ni el aumento de la esperanza de vida entre nuestros mayores).
Teniendo en cuenta este envejecimiento de plantillas, no podemos pensar que los modelos de empleo no se verán afectados. Además, con la crisis, las empresas ya han empezado a adaptarse, flexibilizando su organización mediante modelos que reduzcan el coste fijo de su estructura, a través de la contratación de trabajadores freelance o a tiempo parcial o contratación de servicios de outsourcing para la realización de las actividades menos críticas de sus respectivos negocios. Hoy esto ya es un hecho en profesiones como consultores, abogados, ingenieros, publicistas…, contratados por proyectos, los cuales prestan sus servicios a varias empresas a la vez.
Uno puede pensar que trabajar así es una elección, ganas de libertad en detrimento de un sueldo fijo, o bien puro resultado de la crisis, algo que pasará. Sin embargo, seríamos unos ilusos si no viéramos que el mercado laboral avanza hacia este tipo de fórmulas de empleo, y con una fuerza laboral cada vez más envejecida. Las cosas han cambiado, pues el éxito profesional no es reflejo de la consecución de un contrato indefinido, tal como se medía antiguamente. Se estima que el futuro de las organizaciones avanza hacía el modelo siguiente: 20% de plantilla a tiempo completo, 40% freelance o a tiempo parcial y el 40% restante outsourcing. Viendo estos datos, es una falacia pensar que las empresas cuidarán de nosotros como trabajadores eternamente, al igual que no lo hará el Estado, no nos engañemos. El problema es que no nos han educado para trabajar de esta forma ni para emprender y nos estamos dando cuenta un poco tarde. ¡Cuántas personas oímos que han cambiado de orientación profesional, que han tenido que reinventarse (palabra de moda), hacerse autónomas!, ¡cuántos de nuestros jefes han dejado de serlo para pasar a ser nuestros clientes…! Algo está cambiando, está claro, y los trabajadores serán responsables de anticiparse a ello ya desde sus puestos de trabajo actuales: aprendiendo continuamente, demostrando habilidades de absoluta polivalencia, generando contactos de valor en su respectivo sector, a la vez que labrándose una reputación y visibilidad profesional que puede serles de utilidad durante este incierto futuro profesional. Se trata de forjarse un seguro, un patrimonio, un plan de pensiones profesional, llámese como se quiera, en lugar de quedarse cómodamente agarrado a la silla controlando únicamente su parcela de conocimientos. ¡Cuántas personas que ahora buscan empleo se lamentan por tener que empezar de cero a innovar, gestar oportunidades y recuperar contactos que descuidaron en su momento!
Estamos ante un caso de clara corresponsabilidad: por un lado, las empresas, sea cuál sea el modelo laboral que elijan, no deberían cerrar puertas a los mayores de 50 años con prejuicios y argumentos totalmente infundados, tales como su apalancamiento, falta de innovación, la poca actualización en nuevas tecnologías y las exigencias horarias para poder cuidar de sus familiares. Por otro lado, los empleados son responsables de asegurar su propia empleabilidad durante muchos años, abriéndose a fórmulas que vayan más allá del contrato fijo, preciado tesoro adorado durante generaciones, pero que, como vemos, por varias circunstancias, irremediablemente empieza a estar “demodé”.