La Vanguardia, 15 de noviembre de 2020 Ver artículo
Esta pandemia desgraciadamente se ha llevado por delante a muchas vidas humanas. Si una muerte de por sí ya es un hecho trágico, no poder despedir debidamente a un ser querido es aún más dramático. Llevando la mirada al mundo profesional, esta pandemia también ha truncado las ilusiones de muchos trabajadores que han visto desaparecer sus puestos de la noche a la mañana, sin posibilidad de asimilarlo, con gran impotencia. Muchas de estas personas han sufrido una pérdida de empleo rodeados de la más absoluta soledad. Y volviendo al paralelismo con el ejemplo anterior, por más que perder un empleo ni por asomo puede equipararse al dolor de la pérdida de una vida humana, esta pandemia ha propiciado en ciertos casos despidos y fines de contrato muy fríos, con muy poco acompañamiento.
El aislamiento, confinamiento, las prisas y el escudo de la pantalla han provocado que momentos que marcan tanto la vida profesional de una persona, como son su salida, no se hayan realizado con suficiente empatía.
Se habla mucho de las cualidades que debe tener un buen líder, pero pocas veces se menciona algo que es fundamental: saber comunicar y acompañar a las personas en el momento de salir de una empresa también forma parte de las cualidades de un buen líder.
Las empresas cuentan con protocolos de salida bastante bien preparados: devolver llaves, eliminar cuenta de correo electrónico, desconectar accesos, entregar finiquito y carta, etc., pero pocas veces he visto un protocolo de comunicación bien elaborado. Porque se supone que Recursos Humanos es quien despide y ya lo saben hacer. Es un trabajo desagradable que a nadie apetece llevar a cabo.
Sin embargo, el impacto de delegar la comunicación de forma errónea y no dar la cara, algo que esta pandemia ha propiciado de forma “natural” al darse menos presencia física, tiene un coste emocional altísimo para aquella persona que lo sufre.
Muchas empresas consideran erróneamente que el viaje del empleado se termina cuando sale por la puerta, pero no es así. Ese viaje le acompañará durante tiempo, ese recuerdo le marcará cuando hable de sus ex empleadores en entrevistas de trabajo, en foros de internet, al valorar productos de esa compañía como futuro consumidor. Y a veces la diferencia entre hacer las cosas mal y bien no requiere tanto esfuerzo. Se trata de definir bien el quién, el cómo y el cuándo, teniendo muy presente que la reacción del empleado puede ser imprevisible, pero teniendo el convencimiento de haber considerado que todo el mundo merece ser despedido de forma digna.
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