Es bien conocido por todos que hubo un buen número de personas que pasaron los meses de confinamiento teletrabajando desde sus segundas residencias. No es objeto de este artículo entrar a opinar sobre este hecho, pero sí es verdad que la vuelta a las ciudades deja muchos interrogantes en el aire.
Independientemente de la idoneidad de poder trabajar desde casa en los momentos actuales para evitar la propagación y contagio del virus, si estuviéramos en circunstancias normales, podríamos preguntarnos: ¿Hasta qué punto es necesaria la vuelta a la oficina, si se puede trabajar desde cualquier sitio, a unos cuantos kilómetros de la gran urbe, rodeados de montañas o a pie de playa?
¿Acaso no se ha demostrado, aunque sea a marchas forzadas, que es posible? Todo ello sin olvidar las grandes ventajas en cuanto a mejora del medioambiente, descongestión de tráfico y ahorro para las empresas en alquiler de espacios.
¿Sería más feliz un trabajador que pudiera decidir dónde y cuándo trabajar, siempre y cuando cumpla con los resultados?
Naturalmente, la experiencia de teletrabajo vivida durante el confinamiento no es reflejo de una situación ideal, pues ha sido forzada por unas circunstancias sanitarias trágicas, implicando para muchas familias tener que vivirlo con muchísimo estrés, prácticamente sin desconexión digital y rodeados de niños a los que atender. Sin embargo, se ha demostrado, para aquellos empleadores que eran escépticos, que posible lo es, por lo menos en unos cuantos sectores y profesiones.
Mucho se ha estado hablando de teletrabajo en los últimos meses y mucho más se hablará, porque estaba claro que no era precisamente el centro de las preocupaciones del legislador.
Teletrabajar puede sonar a mayor libertad y autonomía y muchos trabajadores lo sienten así; algo que quizás anhelaban desde hacía tiempo ya está cada vez más cerca. Sin embargo, si analizamos a continuación uno de los elementos que configuran la relación laboral, no hace referencia precisamente a palabras como autonomía o libertad, sino más bien lo contrario.
Se refiere a la prestación de servicios bajo el poder de dirección y organización del empresario o relación de dependencia: el trabajador tiene la obligación de obedecer las instrucciones recibidas por parte de su empleador, siendo éste quien detenta el poder de organizar y dirigir el modo en que el trabajador presta su trabajo.
El mundo del trabajo está cambiando e irremediablemente tendremos que ir hacia modelos más flexibles que harán temblar los cimientos de la propia definición de la relación laboral
Y yo me pregunto, teniendo en cuenta lo anterior, ¿puede sentir un empresario que esta relación de dependencia e instrucciones podría verse mermada en el momento en que sus empleados teletrabajen? Me pongo ahora en el peor de los casos. Un empleador puede llegar a pensar: "si debo proporcionar a mis trabajadores todas las herramientas para trabajar y encima tengo la sensación de haber perdido un cierto control sobre ellos, ¿no me merece más la pena trabajar con personas freelance?" Porque si un empleado puede anhelar trabajar dónde, cómo y cuándo quiera, también es posible que un empresario anhele poder ahorrarse el pago de la seguridad social.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, me pregunto si el teletrabajo no llegará a precipitar algo que, por otro lado, ya empieza a estar sobre la mesa de tantos departamentos de Recursos Humanos: cómo ocuparse de gestionar el talento externo, cada vez más creciente, y cómo éste interaccionará con los trabajadores por cuenta ajena que forman parte de sus plantillas.
Está claro que el mundo del trabajo está cambiando e irremediablemente tendremos que ir hacia modelos más flexibles que harán temblar los cimientos de la propia definición de la relación laboral. Y en medio de todo esto, como siempre, tendrá un papel relevante la cultura empresarial y la capacidad de evolución que demuestren las empresas hacia modelos basados en la confianza, soltando el lastre de un férreo control.
¡Quién sabe! Quizás en un futuro no tan lejano ya no hará falta cogerse un año sabático para escribir una novela en el campo, pues la podremos escribir por la noche al terminar la jornada laboral rodeados de un paisaje inspirador, con permiso de la debida desconexión digital.
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