La Vanguardia, 11 de mayo de 2025 Ver artículo
Recientemente asistí a una formación sobre aplicaciones y herramientas de Inteligencia Artificial. Me quedé maravillada y a la vez perpleja. Me preguntaba: ¿cómo puede ser que haya dedicado tanto tiempo en elaborar algo que la máquina me lo proporciona en segundos? Me invadió un sentimiento de enfado conmigo misma por no haberla probado antes, asegurándome que sería la última vez que perdería el tiempo por no recurrir a dicha maravillosa asistencia.
Pasada la euforia del momento, empecé a reflexionar sobre las bondades de la IA, pero también sobre sus trampas. Me he estado fijando en cómo los más jóvenes de la oficina recurren a ella para cualquier cosa. La tentación es contratar al candidato o candidata más hábil en pedirle información a la IA. Seguro que es más rápido que yo y le saca más jugo.
Sin embargo, tras un análisis detallado de esta primera intención, no estoy de acuerdo con aquellos que afirman que el futuro del trabajo es de aquellos que sepan usar la IA. Lo que cuesta no es usarla, sino usarla bien.
Los que no hemos crecido con la IA, estamos a tiempo de aprenderla a usar. Sin embargo, ¿qué pasa con aquellas personas que ya nacen con ella? Considero que las personas que llevamos años en el mercado laboral tenemos la responsabilidad de enseñar a las que ahora se incorporan.
La IA me facilita en pocos segundos cosas que yo tardé bastante tiempo en diseñar, pero solamente la experiencia previa acumulada me permite discernir, con posibilidad de equivocarme, por supuesto, cuál de los datos que me proporciona tiene verdadero sentido y aplicabilidad. ¿Cómo podrá contrastarlo y aplicar este pensamiento crítico una persona que está empezando su carrera profesional cuando es él o ella quien enseña a pensar a la máquina, pero a esta persona nadie le ha enseñado a pensar?
Se habla de “brecha digital” entre generaciones y me pregunto si no existirá también una “brecha pensante” si solamente les pedimos a nuestros jóvenes que busquen y no les damos la oportunidad de crear desde cero.
“Enséñame a redactarlo por mí mismo” esto es lo que espero escuchar algún día de alguien, a quien que yo le responderé: “enséñame a preguntar a la IA, pero a preguntarle bien”. Porque de lo que se trata y, esto lo aprendí el otro día, es de saber preguntar y desgranar.
Hacer un buen uso de la IA es responsabilidad de todos, las ventajas son infinitas y no negaré que la estoy disfrutando mucho. Ahora bien, aunque este artículo lo podría haber escrito la IA, en mi opinión, nada podrá sustituir el placer de empezar a escribir en una hoja en blanco.