Recientemente di con un artículo redactado en inglés que aparecía en la web de una firma de servicios profesionales. Estaba disponible en un espacio un poco escondido llamado “Sucesión” y su título traducido venía a decir lo siguiente: “Cómo jubilarse y no matar a tu esposa”. Claramente nos lanza la idea de que el hombre es el que se jubilará y la mujer lo estará esperando en casa. Ahí empezará el conflicto, cuando llegue el hombre que siempre había estado fuera de casa e interfiera en el espacio reinado por la mujer, ocupándolo como un bulto sospechoso. El título no deja de llamar la atención, pero es aún más grave si tenemos en cuenta que aparece en la web de una empresa que muestra públicamente una clara apuesta por la Diversidad e Inclusión, en especial por apoyar la Diversidad de Género como parte de su ADN. La explicación que se me ocurre es que probablemente quien se ocupó de llenar de contenido el espacio llamado “Sucesión” no fue la misma persona que intervino en el de “Diversidad e Inclusión”. Y que quién lo redactó vive en otra época… O ¿quizás no?
Me llama la atención otro caso. Una amiga hace pocos meses recibió un regalo en su casa con una nota en la que se la felicitaba por apoyar la carrera de su marido durante dos años muy complicados en que él fue nombrado el mejor directivo de una multinacional. No hay ninguna mala intención en dicho escrito y regalo, todo lo contrario, pero no conozco a ningún hombre que haya recibido un detalle similar. Y me pregunto: ¿y el marido de mi amiga?, ¿no la apoyó? Estoy segura de que sí lo hizo. Ella también trabaja, y mucho, pero él no recibe regalos de este tipo. Está interiorizado y se sobreentiende que es la mujer quien apoya al hombre en su carrera profesional.
Ejemplos como éstos demuestran que, mientras que se avanza con planes igualdad y políticas de inclusión, existen incongruencias, sean graves o simplemente sutiles, en asuntos de género, no solamente en las empresas sino en la propia sociedad que, en mi opinión, costarán mucho de eliminar.
Sin embargo, hay algo peor que el hecho de que dichas incongruencias existan, me refiero a que haya mujeres que sean cómplices de ello. Aceptar entrar en una discoteca gratis porque eres mujer cuando los hombres tienen que pagar, aceptar una invitación a un restaurante de alto nivel donde los precios de la carta solamente están visibles para los hombres, pues la que dan expresamente a las mujeres no llevan indicados los precios (me lo tengo que creer de quien me lo contó, pues no tengo intención de ir a comprobarlo con mis propios ojos) o escuchar a mujeres entorno a los 40 años que no volverán a salir con ese hombre porque no las invitó (más frecuente de lo que yo pensaba).
Existe una gran cantidad de ejemplos de los denominados “micromachismos” (un término controvertido que el psicólogo argentino Luis Bonino Méndez acuñó en 1990 para describir un machismo “de baja intensidad”, “suave”, “cotidiano”). Es imposible luchar contra todos ellos, porque además en algunos no hay mala intención, simplemente están culturalmente tan arraigados que es imposible arrancarlos de cuajo, los hemos interiorizado de una forma tan natural que nos hemos acostumbrado a ellos.
Sin embargo, en el entorno empresarial en que por suerte se están implantando políticas en materia de género e igualdad y es un tema en la agenda de los comités de dirección y de las personas que nos dedicamos a Recursos Humanos, ya es momento de luchar contra estos “micromachismos” de forma consciente. Tengo claro que lo que más importa es solventar la brecha salarial, impulsar la carrera profesional, asegurarse de que ninguna mujer quede atrapada en el techo de cristal y permitir que cualquier mujer válida pueda llegar a ocupar puestos directivos, luchando contra todo tipo de discriminación. Mientras lo conseguimos, prestemos atención a esos pequeños detalles como los que he comentado al principio para que la estrategia de Diversidad e Inclusión en materia de género en las empresas sea totalmente coherente con lo que predican.
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